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CAPÍTULO TRES
EL COMIENZO AL FINAL DE NOSOTROS MISMOS
*Lo cierto es que , dos mil años después, el poder del nombre de Jesús sigue siendo el mismo.
*El problema que tenemos es que, en nuestra cultura, nos sentimos tentados a cada instante a confiar en nuestro propio poder. Así que, el desafío para nosotros es vivir de tal manera que dependamos de manera radical y desesperada del poder que solo Dios puede proveer.
*El evangelio nos llama a morir a nosotros mismos y creer en Dios y confiar en su poder. En el Evangelio, Dios nos enfrenta con nuestra completa incapacidad para lograr cualquier cosa de valor separados de Él.
*Dios envía al Ayudador que vivirá en ti y no sólo te dirá qué decisión tomar, sino también te capacitará para tomarla.
*No se trata de tomar a Dios como el genio de la lámpara y suponer que está listo para concedernos cualquier deseo, sino que se nos promete que los recursos del cielo están en nuestra disposición y a la espera de que el pueblo de Dios quiera engrandecerlo en este mundo.
*En lugar de imponernos, nos crucificamos a nosotros mismos. En lugar de imaginar todo lo que podemos lograr, le pedimos a Dios que haga sólo lo que Él puede lograr.
*En lugar de depender en nosotros mismos, expresamos una radical desesperación por el poder de su Espíritu y confiamos en que Jesús está listo para darnos todo lo que pidamos de modo que pueda engrandecer a nuestro Padre en este mundo.
*Descubriremos que nos crearon con un propósito mucho mayor que nosotros mismos, la clase de propósito que sólo puede alcanzarse en el poder de su Espíritu.
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