En este punto, probablemente haya comprendido que tiene usted una clara elección que hacer: dejar que la vida siga, que es equivalente a servirle a Dios a través de obras o correr activamente hacia Cristo.
El mejor lugar que conozco donde mirar es las Escrituras; en ella obtenemos sabiduría y estudiamos los ejemplos de quienes siguieron a Dios con todo su corazón. El mejor probablemente sea Hebreos 11, un capítulo con frecuencia denominado "el salón de la fe". Aquellas personas estaban lejos de ser perfectas y, sin embargo, tuvieron fe en un Dios que podía ayudarles en situaciones aparentemente malísimas. Tener fe, con frecuencia significa hacer lo que los demás consideran una locura. Algo va mal cuando nuestras vidas tienen sentido para los incrédulos.
A los cristianos en la actualidad les gusta jugar a lo seguro. Queremos ponernos a nosotros mismos en situaciones en las que estamos seguros "aunque no haya Dios". Pero si verdaderamente deseamos agradar a Dios, no podemos vivir de este modo. Tenemos que hacer cosas que nos cuesten durante nuestra vida en la tierra pero que habrán merecido la pena en la eternidad.
Dios no sólo dio un poco por nosotros; Él dio lo mejor. Se dio asimismo. Dios quiere que confiemos en Él con abandono. Él quiere mostrarnos cómo obra y se ocupa de nosotros. Él quiere ser nuestro refugio. Él nos llama a confiar en Él de manera tan completa que no tengamos miedo a ponernos a nosotros mismos en situaciones en las que tendremos problemas si Él no interviene.
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