Simultáneas es una sección de artículos que han nacido, tal y como el título lo marca, de manera simultánea o paralela, ya que surgen de otros textos que compaginaban con algunos temas que estudiaba. Estos artículos, libros o comentarios me han llevado a reflexionar aspectos que me permiten concluir cuán atinado es todo aquello que Dios nos dice en las Escrituras.
No pretenden ser los artículos exhaustivos con los temas, pero sí, señalar aspectos que me llamaron la atención, y a su vez, ¿por qué no? al que lee, le hagan vislumbrar otros que no habían considerado y que les edifique en este andar en Cristo. Los artículos están sin orden de importancia, pero espero les sea de sumo interés y de reflexión.
¿QUIÉN DICE QUIÉNES SOMOS?
Hace un tiempo hice mi lectura bíblica en el Evangelio
de Juan, tomé notas de aquellos versículos que llamaron mi atención. Pero, a su
vez, indagué que opinaban otros estudiosos de la Biblia al respecto; hacerlo
así, me permitió comprender algunos aspectos de manera más profunda e igual, de
manera, muy interesante. Así que, les comparto, algunas de mis conclusiones.
Todo el Evangelio de Juan es una gran pieza, es
fundamental leerla; sin embargo, hubo un tema en específico que me hizo
considerar la siguiente pregunta: ¿Quién dice quiénes somos? El libro de Juan,
así como los otros Evangelios, da muchos ejemplos de cómo Jesús enfrentó la
oposición, sus cuestionamientos y ataques, no sólo por su origen, sino de otros
temas de la ley. La oposición no fue sólo de un grupo en específico, sino de
muchos, los cuales creían saber más que los otros y por supuesto mucho más que
Jesús.
Se necesita tener pleno convencimiento de quienes somos
y que hacemos en esta tierra para poder plantarse y enfrentar a todo aquello
que nos interpele en la vida; en ocasiones, las circunstancias manifiestan o
ponen a prueba lo que hay en nuestro interior. Jesucristo, nuestro máximo
ejemplo, tenía muy claro este punto, sabía que había salido de Dios y que a
Dios iba (Juan 13:3), por ello nunca dudó en expresar lo que tenía que decir y
hacer todo lo que se le había encomendado (Juan 6:38).
De igual forma, como nuestro Señor Jesús, debemos
saber quién es nuestro Padre, quiénes somos y que estamos aquí por un plan
divino que Él diseñó para nosotros. Jesús sabiamente supo manejar todo cuestionamiento,
sin inquietarse y sin titubear; veamos algunos de ellos:
Primer ejemplo de confrontación, le preguntaron a
Jesús:
“¿Dónde está tu padre?” Juan 8:19
La pregunta la realizaron un grupo llamado los
fariseos, el propósito era insultarlo. Trataron de intimidarlo con los rumores
de que su madre no tuvo el nacimiento virginal milagroso que decían, sino de un
acto impuro. En estos países del Oriente, es muy importante los temas de la
paternidad y los términos en los cuales se dan y son una alta ofensa cuando se
cuestionan, lo cual era su evidente intención; además de hacerlo de manera pública,
en el templo. El punto era difamar y desencajar a Jesús, para hacerle notar que
no creían en su origen, ni en su llamado o aquello que Él proclamara.
No obstante, en las Escrituras vemos que esto no le
inquietó, no le causó temor, ni le ofendió, es más no dio explicación acerca de
lo que ellos querían oír, ya que realmente no querían oír, solamente deseaban
cuestionar; los fariseos realmente no sabían nada de Jesús y tampoco de Su
Padre, por tanto, no tenían conocimiento ni autoridad sobre Jesús y el plan de
Dios.
Segundo ejemplo, nuevamente le preguntaron:
“Entonces le dijeron: ¿tú quién eres?” Juan 8:25
Dios no se ofende con preguntas sinceras, es válido
acercarse a Dios y querer saber más de Él; el meollo es el motivo del corazón;
obviamente este grupo –de fariseos- su intención no era conocer más a Jesús,
sino a través de esta pregunta querían despreciarlo e intimidarlo. La pregunta
ponía en duda lo que era Él, y querían que Él mismo se cuestionara acerca de lo
que hacía y era. Mas Jesús sí sabía la verdad, entendía que podía debatir e
igual contrarrestar las preguntas, insultarles o injuriarles; pero no era
necesario enrolarse en tales altercados, sino cumplir el plan divino de Dios en
su vida: padecer en la Cruz para salvarnos. Jesucristo tenía en mente esto, no
sus cuestionamientos o atender su hostilidad. Lo que Jesús sabía de Él lo
recibió del Padre celestial, de la misma manera, es igual con nosotros, no
podemos enrolarnos con este mundo ni sus alegatos, debemos entablar una
comunión con nuestro Señor para poder saber quiénes somos. sólo Dios puede
revelarlo y sólo él puede dártelo. Debemos creer lo que Dios dice al respecto
de ti, no lo que te dice el mundo.
Tercer ejemplo, le afirman, a través de una pregunta:
“¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y
que tienes demonio?” Juan 8:48
Son dos acusaciones directas, ya hasta le habían designado
un origen y pretendían conocer su condición. Recordemos que para los judíos ser
samaritano, era ser despreciable, además de, afirmar que su actuar mostraba que
estaba poseído. No obstante, Jesús sin vacilar y con autoridad, se presenta e
identifica con un “Yo soy”, este título que utilizó pertenecía a Jehová (Juan
8:56-59). Sin discusiones, pero igual, afirmando.
El mundo, los que te rodean, las redes sociales, un
amigo, un enemigo, un libro, una filosofía, una moda, etc. No pueden decirte
quien eres, ni tú mismo, dependes de alguien más alto y más grande para que
puedas saberlo. Jesús, de manera similar, supo quién era por su relación con el
Padre. La comunión que tenía con el Padre lo que le permitió o le fue revelado
quien era. La comunión requiere tiempo, y así recibir de Él este entendimiento,
vivir confiadamente sin dudas o tropiezos.